La FIL es un acontecimiento que se tornó en algo contradictorio; es invevitable no asociarla con una de las mejores épocas de mi vida: la radiofónica. Mis años de reportera fueron formativos e interesantes, no había avento más esperado para mí que la fiesta de los libros, no sólo por mi afición por ellos, sino por la adrenalina que implicaba perseguir la nota, escribir contra relog, grabar en medio del barullo de la gran feria, la entrevista de último minuto... En verdad me sentía reportera, era una verdadera reportera.
De todas las ferias, las que recuerdo con mayor aprecio son las de Brasil y Cuba, la segunda por encima de todas; fue una verdera fiesta, alcancé a ver a Compay Segundo, escuché sones cubanos en una explanada verdaderamente abierta y tuve encuentros agradables con amigos, con la radio, con... Sin duda fue mi mejor año, esperamos por horas a Silvio, ese año la FIL hizo posible que el fulanito viniera y muchos enloquecieran, yo sólo fui testigo pasivo de la euforia de los otros pero participé de su contento. Creo que no habrá otra edición de la feria que se comparé con la de 2002, la feria nos sorprendio y satisfizo a todos como ninguna otra, fueron nueve días intensos, sorpresivos, por lo menos así quedaron en mis recuerdos.
El sábado la FIL me dio nostalgia, me hubiera gustado volver a vivir esos días de ajetreo, pero a la vez me sentí feliz de no hacerlo, porque el equipo de aquella época de la radio era otro, en realidad todos éramos otros, más de la radio, más universitarios, tan otros que yo verdaderamente pensaba que sería periodista, hoy en día me alejé de ese mundo. Deseraía tener encuentros felices como los de aquel año, quisiera que la feria me volviera a sorprender. Quizá en el futuro vuelva a Como en feria, quizá vuelvan la contemplaciones contra el tedio, o bien me reincorpore a las experiencias entre la palabra y la música, mientras tanto, extraño la FIL, no la de este año, sino la de hace seis, la de Cuba.
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