domingo, 4 de diciembre de 2011

Amparo y yo

Domingo 27 de novimbre de 2011

Vestida con un trajecito sastre con apariencia de tweed, de figura encorvada como testimonio de los 84 años que ha vivido ya, Amparo Dávila entró en uno los salones que integran un recinto monstruoso llamado FIL. Verla llegar fue un acontecimiento que ocurría frente a mis ojos, pero en realidad difícil de creer; la cotidianeidad se detenía por unos minutos para permitirme coincidir con la mujer que escribió el libro más importante en mi historia como lectora y profesional de las letras.

Es curioso como uno se averguenza de ser tan mortal como el resto cuando se trata de confrontarse con alguien a quien uno admira y que se sabe inalcanzable; y es curioso también que las personas extraordinarias para nosotros, son simples viejecillas para otros, si no, pregúntenle al encargdo del sonido del salón donde tuvo lugar la presentación. Con todo y pena, me animé a tomarme una foto con ella, no sabía cómo llamarla, en realidad sí, yo quería decirle: "Amparo, ¿me deja tomarme una foto con usted?" pero me sentí coibida cuando escuché que todos la llamaban maestra, yo quería llamarla Amparo porque es una vieja conocida y sobre todo cercana. 







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